TDAH y Agresividad Infantil

La desobediencia y la agresividad infantiles y juveniles son dos de los problemas que más angustian a los padres porque es difícil afrontar las situaciones que se desencadenan y establecer modelos de conducta que hagan cambiar a quienes presentan tales conductas. La necesidad de cambio es imperativa porque las actitudes agresivas derivan en conductas antisociales y en fracaso escolar en el caso de los menores y, si hablamos de adultos, en inadaptación y delincuencia.
La agresividad en el TDAH es uno de los síntomas prominentes en su presentación clínica y hasta en un 54 % este síntoma afecta de manera significativa a la calidad de vida de ellos mismos y de sus familias. Los estudios que se han realizado hasta el momento han concluido que los pacientes con TDAH presentan en general más comportamientos de tipo agresivo que la población general. Es el subtipo TDAH combinado el que más frecuentemente presenta esta asociación sintomática. Además existe una correlación entre la gravedad del TDAH y la aparición de conductas y/o comportamientos agresivos. Es decir cuanto más grave es el cuadro de TDAH más graves son las conductas agresivas y cuanto más grave la agresividad peor evolución tendrá el TDAH.
Psicológicamente, podemos definir la agresión, siguiendo a Berkowitz como "cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien."
La OMS (Organización Mundial de la Salud), dependiente de la ONU, en la clasificación CIE-10 de trastornos del comportamiento y mentales, se pronuncia respecto a la agresividad diciendo que es la expresión de trastornos disociales, tanto en adultos como en niños. Continúa diciendo que entre sus características está la intención de herir: el agresor busca intencionadamente hacer daño al agredido.

La Asociación Americana de Psiquiatría, en su clasificación, establece varias categorías dentro de la agresividad infantil y adolescente.
Agresividad que origina daños en las cosas y bienes. Por ejemplo, incendiar o destruir propiedades ajenas como venganza o con intención de perjudicar.
Agresividad que provoca amenazas y daños físicos a animales y personas. Puede ir en escala, desde el fanfarroneo, la amenaza o la intimidación hasta los malos tratos y la crueldad física.
Transgresiones graves de las normas: escapar de casa, volver fuera de horas o de madrugada, faltar a clases, etc.
Robos y fraudes, normalmente dirigidos a vehículos, al propio hogar o a terceros.
Puede comprobarse que el último objetivo de todos estos comportamientos es herir, a esto llamamos agresividad emocional u hostil pero, no siempre ocurre así. Puede darse casos en que la agresividad busca otros resultados, denominándose agresividad instrumental pues esta se convierte en mera herramienta para alcanzar ese otro objetivo. Cuando estudiamos los contextos en los que aparecen este tipo de comportamientos, referidos a niños y adolescentes, normalmente se presentan, en el hogar, en la escuela y en la vida social. En estas situaciones hay varios condicionantes de la agresividad. Podemos citar entre ellos: los factores personales, los ambientales, la aceptación por parte de sus iguales y las características del estudiante y del propio profesor (en el caso de la agresividad escolar).
Las principales teorías del comportamiento agresivo se pueden subdividir en reactivas y activas:
La agresividad reactiva o impulsiva: es aquella que aparece en los pacientes con TDAH. Son aquellas conductas que aparecen en forma de respuesta refleja y que intentan resolver una serie de presiones emocionales internas de manera inmediata con repercusiones negativas para la persona que las realiza. Son actos impulsivos realizados en momentos de desregulación emocional.
La agresividad activa o funcional: es aquella conducta agresiva que se lleva a cabo para conseguir unos beneficios para la persona que la realiza sin importar las consecuencias. Este tipo de agresividad no es la característica del TDAH.

Tomado de: Valverde Gomez, M. "La agresividad en niños con TDAH".